El biofertilizante y el biogás pueden ser una gran apuesta en Paraguay

El biol (fertilizante líquido) y el biogás necesitan un empuje de políticas públicas para convertirse en verdaderas y efectivas alternativas de fertilizante orgánico y energía renovable. En un país de alta producción agropecuaria pueden ser una gran apuesta para prevenir y neutralizar la liberación del metano y para procesar el estiércol en gas natural, energía eléctrica y fertilizantes.

Aunque en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Asunción hay periódicas prácticas con biodigestores (el aparato que procesa los residuos orgánicos), su desarrollo en el país no ha pasado de ensayos alternativos para pequeñas fincas y pozos ciegos para tratamientos cloacales.

Tal vez el emprendimiento más pretencioso haya que buscar por el 2010, cuando, con apoyo del Parque Tecnológico de Itaipú (PTI), se pusieron en marcha dos grandes emprendimientos: uno, en la Granja San Bernardo (Naranjal, Alto Paraná) y el otro en el Frigorífico Bertin, de la ciudad de San Antonio. En ambos casos para generación de electricidad a partir del biogás producido por los residuos orgánicos.

En el caso de la Granja San Bernardo la experiencia se truncó muy rápidamente. “El biodigestor dejó de funcionar, el costo era muy caro y entonces dejamos así nomás”, relata para El Prisma la administradora Juliana Manhabosco.

Para grandes emprendimientos “se necesitan mucha más precisión, buen capital y acompañamiento técnico”, esgrime el ingeniero químico Juan Ángel Bóveda, de la Fundación Emprender, a cargo ahora de un proyecto de biodigestores para unidades familiares.

Los biodigestores resuelven un montón de cosas. Desde la utilización de la caca de los animales como fertilizantes líquidos o combustible orgánico para cocción, alumbrados y pozos ciegos para baño.

La conversión en biol (el fertilizante líquido) o biogás, combustible, ayuda a mitigar y a prevenir que el metano se libere. El metano (CH4), un gas de efecto invernadero, se ubica en el segundo lugar entre los materiales que inciden sobremanera en el calentamiento climático, después del dióxido de carbono (CO2).

 

Biodigestor para tratamiento de desechos cloacales. Foto gentileza de Biodigestores del Paraguay.

Unidades familiares

“Se necesitan dos o tres biodigestores, en el caso de las granjas, y que alguien se encargue de las máquinas, mientras otra persona se encarga de los animales”, sostiene la bióloga Julia Pineda.

“En mi caso, que atiendo estancias de 3.000 ganados en Emboscada, no es rentable para los dueños”, afirma.

Por su parte, el ingeniero Bóveda nos cuenta que para que funcione un biodigestor hay tres factores esenciales: tener animales, agua y “que una persona se empodere del biodigestor”.

Por cada kilo de estiércol, cuatro litros de agua. “Con un biodigestor, automáticamente hay biogás y fertilizante líquido”, asume.

Que la gente se apropie de la tecnología

“Lo que necesitamos es que nuestra gente se apropie de esta tecnología, muy sencilla por cierto”, agrega Bóveda.

En el caso de las fincas familiares los beneficios son muy altos. Por un lado, el fertilizante líquido es muy bueno para las plantas y, por el otro, se deja de lado la dependencia de la leña.

La leña sigue siendo en el mundo rural el principal combustible para la cocción.

En el programa de la fundación Emprender abarca la instalación del biodigestor y la estructura metálica para cocinar a gas. Por cada 120 litros de fertilizantes, quedan 2.5 cúbicos de biogás, que sirven para cuatro a cinco horas en la cocina.

El gas que produce el estiércol no tiene la fuerza del gas de petróleo.  No tiene la presión de las garrafas, “por eso el programa alberga la instalación de una estructura metálica”, comenta Bóveda.

En otro uso común, el emprendimiento Pro Bío, encabezado por el ingeniero agrónomo Claudio Moreno, promueve la utilización de biodigestores en sustitución de pozos ciegos. Pozos ciegos que tratan nuevamente los residuos. Hace poco, esta organización instaló cincuenta biodigestores en la comunidad Mayor Otaño, Itapúa.

En Honduras, donde se especializó Bóveda, los biodigestores son de uso común en las fincas agrícolas, en las granjas y en las unidades familiares del campo. Para fertilizantes, biogás y electricidad.

En Brasil y Colombia ya forman parte de grandes programas de agricultura familiar. En Paraguay, aún no forma parte de políticas públicas, ni del Ministerio de Agricultura ni del Ministerio del Ambiente.

Con una altísima producción vacuna y porcina, cada vez serán más necesarios el uso alternativo de energía y la reconversión de desechos que usualmente contaminan arroyos y el medioambiente en general.

 

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