La negociación del Anexo C del Tratado de Itaipú marca un momento crucial para Paraguay, que podría redefinir su papel como coproductor de la mayor hidroeléctrica binacional del mundo. Sin embargo, el camino está lleno de sombras, opacidad gubernamental y un pasado de desigualdad que no podemos ignorar.
Durante más de 40 años, Itaipú operó como una fuente de riqueza desproporcionadamente aprovechada por el Brasil. Paraguay, que cofinanció esta obra monumental, cedió al vecino país la mayor parte de su energía excedente a precios irrisorios, obligados por un tratado diseñado para beneficiar al socio ubicado en la margen izquierda del río Paraná. A lo largo de la relación binacional, Brasil pagó menos de lo justo por esta energía, acumulando una deuda histórica moral y económica con nuestro país.
La reciente negociación tarifaria de Itaipú, que resultó en una inflada tarifa para mantener los jugosos discrecionales “gastos sociales”, despertó críticas por su falta de claridad. La aprobación de este acuerdo sin un análisis público transparente dejó un mal sabor, especialmente cuando se firmó un memorando de entendimiento entre ambas naciones en mayo, cuyos detalles generaron más preguntas que respuestas.
¿Está Paraguay dispuesto a cambiar su posición histórica de ceder energía a vender energía a precios justos? Este debería ser el eje de la negociación, que en teoría debe cerrarse antes del 31 de diciembre de este año. Sin embargo, el gobierno viene mostrando un manejo opaco y evasivo, alimentando temores de que las demandas legítimas de Paraguay puedan ser nuevamente minimizadas o postergadas.
El Anexo C ofrece la oportunidad de renegociar las bases económicas y financieras de Itaipú, incluyendo la revisión de la deuda binacional, que fue confirmada como espuria por la misma Contraloría General de la República (CGR), en su informe final de la deuda de la hidroeléctrica, presentada en julio del 2021.
También es momento de ver cuáles son las tarifas adecuadas para nuestro desarrollo y las condiciones de venta de la energía excedente que hagan justicia a tantas décadas de desigualdad ante nuestro socio. Los paraguayos exigimos claridad y firmeza en estas negociaciones para garantizar que los beneficios de Itaipú se traduzcan en desarrollo económico y social real para nuestro país.
El Brasil, con su posición dominante en el sector energético, podría estar tentado a perpetuar un modelo con tanta disparidad. Pero Paraguay tiene el respaldo de la justicia histórica y los argumentos técnicos para exigir un cambio en las reglas del juego. Este es el momento de plantear una posición sólida y unificada que priorice nuestros intereses estratégicos, económicos y sociales.
El futuro de Itaipú debe ser nuestro
La falta de transparencia solo debilita nuestra posición como nación y mina la confianza de los ciudadanos en sus autoridades. Itaipú debe convertirse en un símbolo de empoderamiento y equidad para Paraguay, no en un recordatorio constante de nuestra subordinación energética.
La ciudadanía merece conocer los detalles de las negociaciones que definirán las próximas décadas de Itaipú. Cualquier decisión tomada a puertas cerradas será una traición a las reivindicaciones que tantos años fueron postergadas a cambio de migajas.
Es hora de cambiar la narrativa y convertir a Itaipú en una fuente de dignidad y prosperidad para todos los paraguayos. Es momento de que el gobierno de turno, encabezado por Santiago Peña, no traicione el futuro de todos los paraguayos por más migajas.