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Tren de cercanías: entre la esperanza y los intereses ocultos

El drama del tren de cercanías en Paraguay parece ser un culebrón que no deja de sorprendernos. Como en las historias de televisión que nos mantienen al borde del asiento, cada capítulo nos deja con más incertidumbres sobre cómo continuará esta larga travesía. Lamentablemente, en lugar de ser un relato de avances y soluciones, esta narrativa se ha convertido en una historia de frustraciones para los ciudadanos paraguayos, y especialmente para los habitantes de Asunción y del área metropolitana.

Es hora de que se respete a los paraguayos. La situación de las personas que se ven obligadas a viajar en vehículos en deplorables condiciones, con pésimos servicios y horarios que dependen más del destino que de una planificación eficiente, no parece ser una prioridad para los gobernantes. En vez de velar por el bienestar de la población, parece que la única preocupación es “cuánto y quiénes se benefician” de esta situación.

Nos enseñaron desde pequeños que Paraguay fue uno de los pioneros en la región al contar con un sistema ferroviario. Este fue un motivo de orgullo nacional, aunque rápidamente se vio truncado por la tragedia de la guerra de la Triple Alianza. A pesar de este desastre, el tren a leña sobrevivió, resistiendo las devastadoras consecuencias de la guerra del siglo XIX. Sin embargo, los gobiernos posteriores a la guerra decidieron venderlo para cubrir las deudas contraídas con los vencedores. Por muchos años, el ferrocarril estuvo bajo la administración de la empresa británica The Paraguay Central Railway Co., que impulsó la expansión de las líneas férreas y permitió que, en algún momento, existieran proyectos de caminos que nunca se concretaron. La debacle comenzó cuando la falta de inversión y el aumento del transporte vehicular relegaron al tren al olvido. Para quienes tenemos más de 40 años, queda la imagen del paso cansino de un tren moribundo, recorriendo unas vías que apenas se mantenían, hasta su triste desaparición en 1994.

La idea de reactivar el tren de cercanías tiene un gran valor sentimental para los paraguayos, pero también posee una enorme importancia estratégica y económica. El desafío de movilizar a miles de personas que viven cada vez más lejos de sus lugares de trabajo, y que invierten horas preciosas de sus vidas en viajes incómodos, exige una respuesta urgente.

En la mayoría de los países del mundo, el transporte público es subsidiado, ya que se entiende que es un derecho fundamental que la gente pueda desplazarse de manera cómoda y accesible. Además, se reconoce el impacto económico positivo que tiene un transporte eficiente, que facilita el acceso de las personas a sus trabajos y centros de estudio. Lamentablemente, la historia del subsidio al transporte público en Paraguay es poco alentadora, y merece un análisis aparte. La frustración por el fracaso del metrobús lleno de improvisación e impunidad, ha dejado una sensación generalizada de desconfianza frente a cualquier nuevo proyecto en esta área. A ello se suma la presentación de un proyecto de ley ya con media sanción, sin un debate adecuado, tras la muy débil justificación del abandono de la cooperación que se tenía con Corea del Sur. El proyecto de Ley contradice toda la legislación vigente en materia de concesiones, alianzas con el sector privado y regulaciones sobre contrataciones del Estado.

La pregunta que todos se hacen es: ¿qué negocio hay detrás del tren de cercanías? De aprobarse la ley, el Estado comprometería una suma considerable, unos 150 millones de dólares como inversión inicial. A esta cifra se le sumarían fideicomisos y otros mecanismos que otorgarían al Ejecutivo un poder extraordinario sobre el uso de los fondos públicos, casi sin control. Es legítimo preguntarse si esta es una medida que realmente beneficiará a la población o si, una vez más, los intereses de unos pocos prevalecerán sobre el bienestar común.

Paraguay necesita orientar sus esfuerzos hacia el bienestar de su gente. Necesitamos que el gobierno y las autoridades actúen con patriotismo, pensando en el pueblo y no en intereses personales o de grupo. Es imperativo que salgamos del letargo y aprovechemos nuestras virtudes para mejorar la calidad de vida de los paraguayos. La esperanza es que, en lugar de otro golpe bajo que favorezca a unos pocos, podamos construir un futuro en el que todos nos beneficiemos de un sistema de transporte público eficiente, digno y accesible.

 

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