Luego de 40 años ha dejado de operar la línea 16. Deja recorridos barriales al descubierto y lastima la memoria de mucha gente que creció con ese “bondi”. Desde esa mirada nostálgica, recogemos esta frase de Natalia Benítez: “Era un bus noble, sin apuros. De esos que parecían tener alma, porque conocían perfectamente el pulso de la ciudad”
Así, fríamente, un colectivo más un colectivo menos parece, en estos tiempos, números que se acomodan en las estadísticas. Además de su utilidad para el traslado de pasajeros, un colectivo también es memoria, experiencias compartidas y un sinfín de anécdotas.
“Crónica de una muerte anunciada”, tituló la comunicadora y dramaturga Natalia Benítez su posteo de ayer.
“Ese camino cotidiano era un pequeño universo en movimiento, un viaje donde las ideas se acomodaban entre el vaivén del motor y la brisa que entraba por la ventanilla. Desde allí se veía el barrio despertar. La gente saludaba a otra gente, como si cada jornada empezara con un gesto de complicidad”, ensaya en su artículo.
Ella es de Campo Grande, cerca del Club Cerro Corá. El 16 marcó le marcó historia y caminos.
En su memoria, el 16, 2 “fue como un río manso” que atravesaba Mbocayaty, Campogrande, Mburucuyá, Villa Morra y el corazón de Asunción. Cruzaba Colón, bordeaba el viejo hospital de Clínicas; algunos giros lo llevaban a Tacumbú, otros a Barrio Obrero.
Un colectivo como sinónimo de independencia
A Carol Ortiz, de Villa Aurelia, también se le disparó un montón de recuerdos cuando su amigo Alberto Méndez posteó la información. “Allí mismo se me vino toda mi adolescencia de golpe a la mente”
“Nos movíamos con independencia, tan necesaria hoy para muchos. Llegamos donde fuese, siempre llegaba en el momento preciso. Paraba donde sea y te salvaba la clase, el examen, el proyecto o la reunión de trabajo”, asegura Ortiz.
Con el tiempo, la Linea 16 extendió su itinerario y llegó hasta “Loma de Janeiro”, como lo rebautizaron a Loma Pytã, “conquistando nuevas rutas y memorias”
Así fue que en sus asientos “se mezclaban los idiomas: el portugués y el jopara se fundían entre el sonido del motor, el murmullo de las conversaciones, y el infaltable “morrocotudo”; recuerda Natalia.
Asunción va quedando sin colectivos
A la desaparición de la Línea 9, el 10 y el 25, barrios como San Pablo, San Vicente y Nazaret habían quedado al desamparo y a la urgencia de hacerse de un vehículo propio, moto o auto. Luego la Línea 3, una línea que te aparecía por cualquier lado de la ciudad, según el recuerdo del antiguo vendedor ambulante Carlos Ortiz.
Ahora el 16, con los tramos descriptos en clave prosa poética por Benítez.
Sobreviven entonces, por ahora, la línea 6, que hace el recorrido a Zevallos Cue, y la línea 37, que se mete por Sajonia hasta los bañados.
“Hoy informan que la línea 16 ha dejado de funcionar. Cubría no solo Trinidad, sino Loma Pytã, San Jorge, Campo Grande, Villa Guaraní, Villa Morra, el centro y Sajonia, y ahora abandona a mucha gente sin ningún servicio de transporte en su barrio”, reportó ayer el vocero de usuarios del transporte público, Mauricio Maluff.
La empresa reportó que la decisión fue tomada porque ya no era económicamente sostenible.
Así, de un tiempo a esta parte, Asunción amanece, de pronto, sin colectivos. Sin aviso previo. Sin búsquedas alternativas. Y así también va ensanchando su parque automotor, el auto propio, hasta que hoy, según el registro automotor, hay más vehículos que personas habitando la ciudad.