En los albores de la discusión sobre la integración de la Inteligencia Artificial Generativa (IAGen) en educación, predomina la preocupación por el uso ético y respetuoso de los derechos de autor. Representa un desafío a la hora de pedir un nuevo tipo de tareas en casa y en la elaboración de productos académicos para demostrar el avance en el conocimiento, por el uso de tutores o acompañantes cognitivos. Y en el extremo por su utilización fraudulenta, así se resume en la revista paraguaya de educación a distancia (FACEN-UNA)
“En mi caso no se usa. Tengo varios colegios muy humildes. En el penal apenas se escribe (enseña en La Esperanza, Tacumbú). En un cole más chuchi usan. Pero desde hace mucho copian los chicos, la redacción es una materia en el que el 90 % de los estudiantes están aplazados. Producción no hay. Me refiero a que ellos escriban y elaboren”, arranca una profesora de castellano y guaraní Ramona Meza, en la entrevista con El Prisma. Y remata: “La educación es pantomima hace mucho. Todo esto de la IA y cuanta cosa traen es solo pantalla”, resalta.
Le trasladamos casi las mismas preguntas al también profesor de castellano y guaraní, Edgar Rolón. Con un agregado:
-¿Qué partes del antiguo oficio de averiguar y procesar creé que se pierde con la IA?
-Más que perderse, todo se vuelve fraudulento, deshumanizado, frío e impersonal. He tenido experiencias, y más bien han sido grises, previsibles, patéticas.
-Entonces, es más grave de lo que se supone la forma en la que se usa la IA en educación.
-Sí. Se pierde la esencia del averiguar completamente. No hay verdadera necesidad -ni siquiera forzada- de inquirir algo; solo hay trámite, burocracia y cálculo de costo/beneficio del tiempo empleado.
En las facultades
A diferencia de las escuelas y los colegios, el uso de la IA se ha vuelto una práctica mayoritaria en las facultades para la presentación de ensayos y monografías. En el resumen de nueve trabajos científicos, la revista de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Asunción (FACEN-UNA), nos cuenta, que su uso en el nivel superior supone un dominio de recursos tecnológicos y una adopción de posturas críticas y éticas.
“Hemos superado el momento de la expectación, el desconcierto y la sorpresa; del miedo y la incertidumbre sobre su potencial. Se está desplazando el miedo por la curiosidad y el libre ensayo. La sorpresa continúa, pero se ha desmitificado su carácter casi mágico incluso, en voz de algunos colegas, hasta demoniaco”, dictamina la revista especializada de la UNA.
En ella se sostiene que, además de los usos generales en la educación superior, que se relacionan con el texto predominantemente, como sucede con el software especializado, con las soluciones de IAGen, también hay una diversidad de usos, soluciones y de recursos en función de cada profesión o disciplina de las que se cultivan en las universidades.
Si bien en las universidades hay una amplia y dispersa utilización de los recursos de la Inteligencia Artificial, “faltan acuerdos en las comunidades académicas que orienten su uso disciplinado y especializado”.
Concluye la revista, en su Volumen 5, con la coordinación de los académicos Alberto Ramírez Martinelli y Miguel Ángel Casillas, que las comunidades académicas no han construido acuerdos consistentes para orientar su uso y para determinar cuáles son las específicas para cada campo de estudio.
“No sólo no hemos precisado criterios para su uso corriente, sino tampoco hemos logrado su incorporación al currículum y definido estrategias para su enseñanza”, asumen.
Hegemonía y desigualdad
Con sus sesgos de nacionalidad e idioma, “la Inteligencia Artificial consagra la producción académica de los países desarrollados y del conocimiento hegemónico, invisibilizando aún más la visión de los países periféricos,” sintetiza la revista.
El conocimiento sobre la Inteligencia Artificial y sus usos en la educación y específicamente en la educación superior apenas comienza. “Este segundo dossier es un esfuerzo por sistematizar una discusión que evoluciona muy rápido, por comprender una revolución tecnológica que ha acelerado su dinamismo, y que arrastra inevitablemente a la educación hacia nuevos y desconocidos derroteros,” puntualiza la publicación.
Fuente: https://revistascientificas.una.py/…/REPED/issue/view