Cómo China llegó a la vanguardia de la revolución tecnológica

La génesis del dragón chino. Hoy China ya es una super potencia tecnológica. Pero cómo, en cuatro décadas, China pasó de una sociedad agraria muy retrasada a convertirse en uno de los líderes de la permanente revolución tecnológica. Aquí te lo contamos.

Por Gustavo Reinoso

Cuando la cuarta y última esposa del “gran timonel” Mao Zedong, la ex actriz de cine y teatro Jiang Qing,  fracasó en su intento de hacerse con el poder junto a sus adláteres de la “banda de los cuatro”  tras la muerte de Mao, el milenario país asiático inició el tránsito de la senda que lo posiciona, tras cinco décadas, como superpotencia mundial económica, industrial, comercial, militar, científica y tecnológica.

Jiang Qing, radical e indomable militante comunista, temida ministra de cultura durante la revolución cultural china (1966-1976),  terminó depuesta y encarcelada por decisión de los dirigentes del ala aperturista del Partido Comunista Chino en octubre de 1976.

La reforma económica, lanzada el 18 de diciembre de 1978 por el Partido Comunista Chino (PCCH) bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, consistió en una serie de medidas como descolectivizar la producción agrícola, pasando de la producción en comunas populares a lotes particulares. En este contexto, los agricultores aumentaron su producción, cumplieron con las cuotas de producción obligatoria requerida por el Estado y dispusieron de un remanente productivo destinado a crear renta particular para el productor.

El nivel de vida de millones de campesinos chinos ascendió. En el ramo industrial se permitió a las industrias, en aquel momento todavía en manos del Estado, vender sus productos a precios de mercado, estimulando la producción y alejando los racionamientos habituales en la era Maoista. Además se permitió la participación del capital privado en la industria urbana.  Gradualmente la participación del sector privado en la producción industrial se expandió y el sector de servicios se diversificó.

Paralelamente, China se abrió a la inversión extranjera, con la creación de zonas económicas especiales. El objetivo era captar la inversión extranjera directa para mejorar la infraestructura de estas zonas estratégicas del país, acceder a tecnología y establecer grandes polos industriales destinados fundamentalmente a la exportación.

Las primeras ciudades seleccionadas para albergar esta iniciativa, conocida también como “Política de un país, dos sistemas” fueron Shenzhen, Shantou, Zhuhai y Xiamen. En estas ciudades se aplicó una legislación distinta que en el resto de China. El capital extranjero disfrutó de exenciones impositivas, desregulación laboral, bajos salarios y costos sociales acotados. También se promovieron la asociación de empresas de capital chino con aquellas de capital extranjero y la transferencia de tecnología industrial a las firmas chinas.

Así luce una parte de Shenzhen, una de las ciudades que albergan alto desarrollo tecnológico.

Luego de las reformas iniciales, la dinámica liberalizadora siguió creciendo. Al principio de los años ochenta se descentralizo la gestión económica en favor de las municipalidades y provincias y el capital privado, por medio de graduales privatizaciones, fue tomando el control del sector industrial, comercial y de servicios.

El acelerado crecimiento económico se reflejó en floreciente sector financiero de captación de inversión privada durante toda la década de los ochenta, lo que determinó la fundación, en 1990, de las bolsas de Shenzhen y Shanghái. En la actualidad son mercados bursátiles de relevancia internacional.

A partir de 1997, bajo el impulso del primer ministro Zhu Rongji, China emprendió un ambicioso plan de privatizaciones, oficialmente denominado “Reforma de las empresas estatales”. El proceso incluyó: cierre, quiebra y liquidación de empresas estatales deficitarias y obsoletas, fusiones para crear conglomerados competitivos, transformación corporativa convirtiendo  las empresas  en sociedades anónimas, con acciones diversificadas, donde el Estado puede mantener una participación o incluso la mayoría del capital accionario y vender  participaciones accionarias a capitales privados, chinos o extranjeros y eventualmente a los empleados de la empresa.

Esta ola privatizadora afectó sobre todo a las industrias medianas de los sectores siderúrgico de maquinarias, textiles, cemento, etc. Miles de fábricas fueron cerradas, transformadas o fusionadas.

En el ámbito inmobiliario se pasó a la privatización de la vivienda pública. Antes de la reforma, el Estado asignaba gratuitamente vivienda a los funcionarios y empleados públicos. A partir de mediados de los noventa, debían pagar un alquiler o comprarlas. Ciertamente, los precios se subsidiaron bastante por parte del Estado. Esta reforma clave otorgo valor a la propiedad inmobiliaria e impulsó la actividad de la construcción, uno de los ejes del crecimiento exponencial de la economía china en la década de los 2000.

En el sector financiero se sanearon y fusionaron los bancos estatales. Luego estos bancos, Bank of China, ICBC, China Construcción Bank, efectuaron ofertas públicas de ventas, vendiendo sus acciones en las bolsas internacionales, pero manteniendo el control del Estado con la posesión de las mayorías accionarias. En las empresas medianas y pequeñas, generalmente propiedad del  Estado municipal, se procedió a la venta directa al capital privado. En las telecomunicaciones el monopolio original (China Telecom) se dividió en empresas competidoras que cotizan en bolsa y poseen un paquete accionario mixto: estatal y privado, como China Mobile o China Unicom.

La consecuencia substancial de estas reformas fue un acelerado crecimiento económico. El PIB chino aumento un 9,5 anual de 1978 al 2005 y la pobreza disminuyó de un 41% de la población en 1978 a solo el 5% en el 2001.

Aunque las cifras del PIB Chino hoy no son tan impresionantes como hace diez año, mantiene de crecimiento de entre 2 % al 6% en los últimos diez años, sosteniendo el ritmo aun ante circunstancias adversas como la pandemia de Covid -19.

China es hoy el motor de crecimiento de la economía mundial.

Esta prosperidad es la plataforma que sostiene el gran desarrollo técnico chino en las tecnologías de punta del siglo XXI.

En mayo de 2015, el gobierno lanzó el “Plan estratégico nacional de política industrial Made in China 2025” con el objetivo de que el país deje de ser un productor masivo de bienes de bajo costo y pase a enfocarse en la industria aeroespacial, biotecnología, los vehículos eléctricos, la robótica, las energías renovables, los semiconductores, la inteligencia artificial y las supercomputadoras cuánticas, entre otras áreas.

El gobierno chino tiene como meta convertir a China en líder mundial en Inteligencia Artificial para el 2030. Actualmente, el mercado de empresas que se dedican a desarrollar inteligencia artificial en china tiene un valor aproximado de USD 400.000 millones. Su logro más rotundo es el chatbot “DeepSeeek”, capaz de funcionar con menos chips de alta tecnología que su competidor occidental ChatGPT de Open AI. Por tanto, más económico y competitivo.

El país es, además, líder en fabricación de drones, siendo de los primeros en usarlos para el transporte de mercancías a gran escala. La empresa mixta, con mayoría accionaria privada, con sede Shenzhen “DJI”, domina el 85% del mercado global. El gigante asiático es además el mayor fabricante y comprador de robots industriales del mundo. El país adquirió la capacidad de desarrollar sus propios microprocesadores, que les facilita su capacidad para diseñar y fabricar supercomputadoras de alta velocidad de procesamiento.

Las supercomputadoras son herramientas de investigación utilizadas en varios campos científicos. En China, el principal centro de investigación de computadoras de alto rendimiento es la Academia de Ciencias de China en Beijing.

Por medio de sus yacimientos del árido norte en Bayan Obo y en la provincia Jiangxi al sur, los chinos lideran la producción de las llamadas “tierras raras” (lantano, cerio, praseodimio, etc.) imprescindibles para fabricar dispositivos de alta tecnología. En 2024, China extrajo aproximadamente 270.000 toneladas, equivalentes al 69% de la producción mundial.

China también tiene una industria aeronáutica puntera, que lidera en el campo investigación en energías renovables e hizo grandes progresos en campos tan diversos como la exploración espacial  o la biotecnología.

Por acá cerramos este breve resumen de cómo “el imperio celestial” se convirtió en una superpotencia industrial y tecnológica. 

 

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