La OTAN avanza hacia el control energético en Eurasia

 

La marcha de la OTAN hacia Eurasia asegura el control de un corredor energético de gran peso mundial. Petróleo, gas, uranio, oro y metales “raros”. En esta nota, nuestro articulista Gustavo Reinoso nos acerca, en contexto, los datos del desplazamiento al Este luego caída de la Unión Soviética, y sus posible razón estratégica. 

 

El 25 y 26 de junio pasado, en La Haya, Países Bajos, los jefes de gobierno de las naciones integrantes de la mayor alianza militar del planeta, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se reunieron para acordar su política militar. Las decisiones a las que arribaron los gobiernos integrantes de la alianza convierten a esta cumbre en la más importante de los últimos años. Estados Unidos junto a sus aliados europeos fijaron su política militar y armamentística para los próximos años.

La reunión se dio en el marco de una creciente tensión con la Federación Rusa y con la encarnizada guerra entre Ucrania y Rusia como telón de fondo, guerra que se inició ya hace más de dos años y que, pese a los alardes de pacificador de Donald Trump, se alarga sin asomo de un cese al fuego por el momento.

Las naciones integrantes de la OTAN decidieron reiterar su férreo compromiso con el cumplimiento con el artículo 5 del tratado de la alianza, que estipula que un ataque dirigido a uno de los países miembros es considerado como un ataque a todos los demás integrantes y debe ser contestado militarmente.

Todos los estados miembros, con la excepción de España, acordaron un gasto en defensa que llegue al 5% del P.I.B. de cada país, teniendo en cuenta que “Rusia y el terrorismo son las máximas amenazas que enfrenta la alianza”. Este porcentaje se dividirá en un 3,5 % destinado a la defensa básica de cada país y un 1,5 %  destinado a cualquier apoyo para Ucrania,  de conformidad con lo señalado en la declaración final de la cumbre: “La Seguridad de Ucrania contribuye a la seguridad de la alianza”.

Finalmente, los países de la alianza atlántica se comprometieron a eliminar todas las barreras comerciales y arancelarias que afecten la industria militar, armamentística y de defensa.

Estos acuerdos constituyen una victoria para la administración Trump. Desde el inicio de su presidencia, el mandatario del hopo dorado insistió, imperiosamente, en que los europeos participen en mayor medida del gasto militar para aliviar, aunque sea levemente, el cuantioso gasto militar estadounidense.

Por otro lado, una consecuencia de estos acuerdos será una Europa armada y militarizada. No es ocioso recordar que prácticamente todos los países europeos poseen una respetable industria militar. Francia y Reino Unido tienen arsenales nucleares propios, independientes del estadounidense y todos tienen industria nuclear, la que, potencialmente en un escenario distópico, podrá volcarse a la actividad militar.

En este contexto sobresalen las declaraciones del recientemente elegido canciller alemán Friedrich Merz (CDU, Unión Demócrata Cristiana, centro derecha), quien en su primera comparecencia ante el Bundestag anuncio su objetivo de convertir a las fuerzas armadas alemanas, el Bundeswher, en el ejército más fuerte de Europa. “El gobierno proporcionará todos los medios financieros que las Fuerzas Armadas necesitan para convertirse en las fuerzas armadas convencionales (sin armas nucleares) más fuertes de Europa”, declaró.

Motivado por razones de política interna, la más notoria discordancia en la OTAN fue la del presidente de gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, cuyo electorado se muestra reacio a aceptar una mayor inversión estatal en defensa que afecte negativamente el presupuesto que sostiene el estado de bienestar español.

El avance hacia el Este

Pocos episodios de la historia reciente despiertan mayor polémica y controversia que la existencia de un supuesto compromiso de Estados Unidos y las potencias de la OTAN de no ampliar la alianza militar a los países de Europa del Este, en los momentos finales de Guerra Fría. Caudalosos ríos de tinta y miles de horas de video en documentales y reportajes se ocupan del crucial tema.

La URSS de Mijaíl Gorbachov y luego la Rusia de Boris Yeltsin alegaron haber sido engañados por los altos jerarcas de las potencias occidentales al respecto. Intrincados y extensos son aquellos sucesos históricos del final del siglo pasado para referirnos a ellos con detalle, pero a grandes rasgos podemos decir que, en el marco de las negociaciones para concretar la reunificación alemana en 1990, tanto el presidente George Bush (padre) como el secretario de estado norteamericano de aquel entonces, James Baker y el canciller de Alemania  Occidental Helmut Kohl, asumieron un compromiso, ante Gorbachov y la dirigencia de la agonizante Alemania Oriental. Si bien la nueva Alemania unificada se integraría a la OTAN, la alianza atlántica quedaría “anclada” en Alemania y no avanzaría a la Europa Oriental ni amenazaría las fronteras de la Unión Soviética. Ciertamente, existen declaraciones de prensa de Baker y otros dignatarios en ese sentido.

Sin embargo, ante la desintegración de la URSS, la posterior grave crisis social, económica e inestabilidad política en que se sumió Rusia durante los años noventa y como no existía ningún compromiso o tratado por escrito, Estados Unidos y sus aliados se sintieron en absoluta libertad de incorporar naciones de Europa del Este a su organización militar.

Fue así que en 1999 se sumaron a la alianza atlántica Republica Checa, Hungría y Polonia. En el 2004 lo hicieron Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. En 2009, Albania y Croacia.  En 2017 Montenegro, en 2023 Finlandia y en 2024 Suecia.

La posibilidad de que Ucrania se integre a la OTAN, riesgo que Rusia considera inaceptable, fue uno de los detonantes de la guerra ahora en curso.

Finalizada la Guerra Fría se perdió una gran oportunidad de edificar una estructura de convivencia internacional equilibrada, entre las potencias militares del planeta. Por el contrario, los vencedores de la confrontación de bloques, confundiendo un predominio circunstancial con un resultado definitivo,  optaron por maximizar sus ventajas sin pensar en las consecuencias.

La teoría de Heartland

En 1904, el geógrafo, académico, explorador y político conservador británico Halford John Mackinder dio a conocer su teoría del Heartland (literalmente: el corazón de la tierra),  una zona de la tierra que, por sus recursos naturales, es clave para la dominación mundial. El heartland comprende vastos territorios de Europa del Este, Siberia y Asia Central. Desde el río Volga en Rusia hasta el río Yangtsé en China y desde el Himalaya hasta el océano Ártico. En esta zona se encuentran ingentes recursos energéticos: Carbón de hulla en enormes reservas, en Siberia y en los montes Urales, al oeste del lago Baikal, el oeste de Kazajistán y en los valles de Kirguistán y Tayikistán.

Petróleo

Al menos dos tercios de las reservas probadas de petróleo y gas natural del mundo se encuentran en Asía. Las laderas de los Urales son ricas en petróleo y gas natural. Existen ricos yacimientos de gas natural en la cuenca del Río Obi en la Rusia central, más al este en la cuenca del río Lena, también en Rusia existen ricos yacimientos de gas natural.

Turkmenistán y Kazajistán comparten la riqueza petrolera del mar Caspio y Azerbaiyán, con los yacimientos cercanos a Bakú, es uno de los grandes centros de producción y exportación de petróleo. El desierto de Kyzylkum, que comparten Kazakstán y Uzbekistán, posee ricos yacimientos petrolíferos. Existen también ricos yacimientos de uranio en Kirguistán, en Siberia, en los Urales del sur y al este del lago Baikal y en la región de Siberia oriental y occidental.

Eurasia posee además ingentes reservas de metales estratégicos de uso industrial como hierro, níquel, cromo, estaño, plomo, zinc, bauxita y metales precioso como oro en los Urales centrales y en la meseta central siberiana.

Los ríos siberianos poseen un gran potencial hidroeléctrico. Sin embargo, las temperaturas extremadamente bajas congelan las aguas durante gran parte del año y dificultan, por ahora, la construcción de infraestructura para la explotación energética. La cordillera del Himalaya representa una de las mayores reservas de agua del mundo, con abundancia de posibilidades para aprovechar las fuertes caídas de agua para generar energía hidroeléctrica. Nepal posee un vasto potencial hidroeléctrico teórico.

Retornando a las ideas de Mackinder, cabe señalar que para el británico las talasocracias como Gran Bretaña y EE.UU., que fundan su predominio económico, político y militar en el control de las rutas marítimas y la proyección del poder por medio de fuertes flotas de guerra, deben encabezar una alianza atlántica. Esto lo dijo hace más de 100 años.

Como el Heratland es relativamente inaccesible por mar deben asegurarse el dominio de Europa del Este, camino para llegar a las vastos recurso naturales de Eurasia.

Cabe preguntarse si nos encontramos ante este escenario predicho por un genuino partidario y teórico del imperialismo como fue Mackinder o si la confrontación entre democracias liberales del occidente político y autocracias como Rusia o China no oculta un belicismo con móviles más pragmáticos y sórdidos. Llegados a este punto, no olvidemos que, montado sobre el corcel de la democracia liberal, se encuentra el capitalismo, siempre sediento de expansión y recursos.

 

 

 

 

                           

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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